viernes, 16 de septiembre de 2016

Inteligencia emocional en el trabajo


Todos sabemos de alguna historia sobre directivos dotados de gran inteligencia y enormes capacidades técnicas que fueron ascendidos a un puesto de liderazgo solo para fracasar en su área. Y también conocemos historias sobre alguien de solidas capacidades intelectuales (no extraordinarias) que fue ascendido a un puesto similar y obtuvo un enorme éxito. Estas anécdotas apoyan la idea de que identificar a individuos que poseen las herramientas necesarias para ser líderes es más un arte que una ciencia.  Es bien sabido que el estilo personal de quienes asumen un puesto de liderazgo varia: algunos líderes son callados y analíticos; mientras que otros vociferan sus manifiestos desde las cimas de las montañas, o bien, situaciones diferentes requieren de diferentes tipos de liderazgo. Aunque, en la mayoría de las funciones se necesita un hombre dotado de poder negociador y sensibilidad que lleve el timón, mientras que cuando se trata de un cambio radical de rumbo, lo que hace falta es una autoridad más fuerte. Sin embargo, la mayoría de estudios señalan que los líderes más efectivos son similares en un elemento crucial: poseen altos niveles de inteligencia emocional. No es que el coeficiente intelectual y las capacidades técnicas sean irrelevantes. Son importantes, pero solo como competencias, es decir, son requisitos para acceder a puestos ejecutivos. Diversos estudios sugieren que la inteligencia emocional es el sine qua non del liderazgo. Sin ella, una persona puede tener el mejor entrenamiento del mundo, una mente incisiva y analítica, y una provisión interminable de buenas ideas, pero aun así no ejercerá un excelente liderazgo. Todos los estudios se han centrado en cómo funciona la inteligencia emocional en el trabajo, han examinado la relación entre inteligencia emocional y actuación efectiva, especialmente en los líderes, y han observado que la inteligencia emocional sobresale en el trabajo.

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