miércoles, 16 de marzo de 2016

La plasticidad sináptica

El término plasticidad sináptica engloba los cambios estructurales y funcionales que pueden experimentar las sinapsis. La plasticidad sináptica involucra mecanismos tanto genómicos como no genómicos. Los primeros incluyen cambios en la expresión de determinados genes relacionados  con  proteínas presentes  en las sinapsis  y dan lugar a modificaciones

perdurables en la función sináptica, e incluso a cambios estructurales de magnitud considerable, como formación de sinapsis nuevas, o desaparición de sinapsis existentes. En cambio, los mecanismos no genómicos implican transformaciones a corto plazo en la configuración de determinadas proteínas sinápticas, que dan lugar a cambios temporales en la función sináptica, pero que no implican ninguna modificación de la expresión génica. La plasticidad sináptica, y especialmente la que comporta cambios genómicos, involucra cascadas moleculares muy complejas, con la participación de múltiples enzimas y otras proteínas.
En función de su relación con la experiencia, Grenough & Black (1992) clasificaron la plasticidad sináptica en las tres categorías siguientes:
1)Independiente de experiencia;
2)Expectante de experiencia; y
3)Dependiente de experiencia
El término “experiencia” se refiere a un tipo específico de influencia ambiental. Hace referencia a la interacción activa entre la persona y su entorno físico y social, e incluye aspectos tan diversos como las informaciones procedentes de los sentidos, la manipulación de objetos, el contacto corporal y visual con otras personas, los premios y castigos recibidos, la observación de la conducta de otras personas, etc.
La plasticidad independiente de experiencia se refiere a los cambios en el número y/o la función de las sinapsis que se dan como consecuencia de la expresión programada de determinados genes sin que medie factores experienciales. Por ejemplo, la organización básica de las conexiones sinápticas en niveles inferiores de los sistemas sensoriales no requiere ninguna influencia de la experiencia, y, de hecho, suele producirse antes de que el sistema nervioso en desarrollo esté preparado para captar estímulos sensoriales y responder a ellos.
La plasticidad sináptica “expectante” de experiencia se refiere a aquellos cambios sinápticos que requieren de ciertas experiencias que son esperables en determinados momentos del desarrollo de una especie. Estos períodos en que “se espera” que el sujeto esté sometido a determinadas experiencias comunes a los miembros de su especie, experiencias que a su vez generan cambios plásticos en el cerebro, se denominan períodos críticos o sensibles. Una vez finalizados dichos períodos críticos la influencia, sobre el cerebro, de estas mismas experiencias u otras de similares será mucho más limitada. Entre los ejemplos más conocidos de plasticidad expectante de experiencia están los relacionados con la privación sensorial. Entre los trabajos ya clásicos en este ámbito se encuentran los que llevaron a cabo Hubel y Wiesel en relación con el desarrollo de las áreas visuales de la corteza cerebral. Hubel y Wiesel investigaron, en gatos y en monos, los efectos de la oclusión de uno de los ojos poco después del nacimiento y durante un período determinado de tiempo, evitando así que este ojo recibiera estimulación visual. El resultado de dicha oclusión era que el animal no llegaba a desarrollar una visión normal en el ojo tapado. La alteración permanente de la visión se debía a un desarrollo anómalo de la corteza visual primaria causado por la privación sensorial. Es decir, el desarrollo normal de la corteza visual requiere impulsos visuales durante un periodo relativamente corto (período crítico o sensible), cuya duración varía de una especie a otra. Algo parecido ocurre en otros sistemas sensoriales.
Finalmente, el tercer tipo de plasticidad, la dependiente de experiencia, hace referencia a aquéllos cambios plásticos que se dan como consecuencia de experiencias a lo largo del ciclo vital. Aunque este tipo de plasticidad es máxima durante la infancia y la adolescencia, se mantiene a lo largo de toda la vida, excepto en ciertos trastornos graves del desarrollo y en enfermedades neurodegenerativas. Este tipo de plasticidad es el que posibilita el aprendizaje y la memoria. Por ejemplo, si se entrena a un animal en una tarea que comporta movimientos repetitivos de algunos de los dedos de la mano, acabará produciéndose una reorganización en el número y función de las sinapsis de las áreas de la corteza cerebral que controlan la actividad de los dedos entrenados. De manera parecida, las habilidades que vamos adquiriendo con la práctica provocan cambios en las sinapsis de diversas regiones cerebrales. Incluso la mera observación de los movimientos ejecutados por otras personas durante la realización de determinadas tareas motoras puede provocar ciertas modificaciones en la actividad neuronal que facilitan la posterior adquisición de habilidades parecidas. Es decir, aprendemos haciendo, pero también aprendemos observando hacer a los demás. -Universitat de Barcelona, 2011-

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