Hace
más de cuarenta años Walter Mischel demostró la importancia del aplazamiento de
la recompensa. Los niños de cuatro años de edad que fueron capaces de resistir
la tentación de comer una golosina durante quince minutos para obtener la
gratificación de una segunda, como adolescentes mostraron mejor conducta y
desempeño académico que aquellos que cedieron al impulso y comieron la golosina.
Esto demuestra la importancia de impartir una educación socioemocional desde la
infancia. El desarrollo del autocontrol conlleva una mejora en la gestión de
los impulsos, en la autorregulación emocional, en la planificación o en la
autoconciencia, que son esenciales para el bienestar humano y que
están en plena consonancia con un aprendizaje significativo por y para la vida.
Tres estudios clave
Las
investigaciones iniciadas por Walter Mischel propiciaron los estudios modernos
en los que se analizó el autocontrol en situaciones más reales y que
demostraron la importancia de la fuerza de voluntad en diversas facetas de la
vida.
1.
Se midieron distintos aspectos referidos a la autodisciplina (así le llamaron
en este estudio al autocontrol) y al aplazamiento de la recompensa en niños de
octavo curso. Al cabo de un año
escolar, los alumnos que mostraron una autodisciplina elevada obtuvieron
mejores resultados académicos, eran más perseverantes en las
tareas escolares, su asistencia era mayor y tenían más posibilidades de ser
aceptados en institutos selectos. La autodisciplina predecía mejor el éxito
académico que no el cociente intelectual (Duckworth y Seligman, 2005).
Según
sus autores:
“El bajo rendimiento de la juventud estadounidense suele
achacarse a la ineptitud de los maestros, a los libros de texto aburridos y al
número elevado de alumnos por clase. Nosotros sugerimos otro motivo por el que
los estudiantes no alcanzan su potencial intelectual: la falta de ejercicio de
la autodisciplina… Creemos que a muchos jóvenes estadounidenses les cuesta
tomar decisiones que exijan sacrificar el placer a corto plazo por el beneficio
a largo plazo, y que los programas que fomenten la autodisciplina pueden ser la
vía a seguir para aumentar el rendimiento académico.”
2.
Se realizó un estudio longitudinal con 1000 niños en Dunedin (Nueva Zelanda),
con un seguimiento desde el nacimiento hasta los 32 años edad. Se demostró que
los niños con mayor autocontrol, cuando fueron adultos, tuvieron mejor salud
física y mental, mejores hábitos de ahorro y seguridad financiera y menos
condenas por actos delictivos. El nivel de autocontrol en la infancia demostró
ser un predictor tan bueno o mejor para medir el éxito económico adulto, la
salud o el historial delictivo, el estatus económico de la
familia o el cociente intelectual (Moffitt et al., 2010). Este estudio demostró
la importancia para el control cognitivo que tienen los años que cubren la
infancia y la adolescencia.
3.
Cuarenta años después de los test de las golosinas, se realizaron unas pruebas
para medir el autocontrol en adultos con 60 de los niños que habían participado
en aquellos experimentos iniciales de Walter Mischel. Los niños que con 4 años
mostraron menor capacidad para controlar los impulsos, cuarenta años después,
siguieron dando peores resultados en las pruebas de autocontrol (Casey et al,
2011). Además, al analizar las imágenes de las resonancias magnéticas, se
observaron patrones de activación cerebral diferentes según el grado de
autocontrol mostrado. En aquellas personas que mostraron mayor autocontrol, se
dio una mayor activación de los circuitos de la corteza prefrontal (ver figura
2), mientras que en las que mostraron poco autocontrol se activó el área
estriada ventral, un circuito del sistema de recompensa del cerebro. Existe una
lucha entre el sistema ejecutivo prefrontal que nos permite evaluar si una
decisión es adecuada o no, como comer una golosina, fumar un cigarrillo o dejar
de estudiar para conectarse a Facebook, con el sistema emocional que es
responsable de las respuestas automáticas sin evaluar las implicaciones finales
y que nos hace caer en las tentaciones. El equilibrio adecuado entre el centro
ejecutivo del cerebro y los centros emocionales, en especial la amígdala,
constituyen la base de la autorregulación emocional.
Duckworth,
Angela L. y Seligman, Martin E. P. (2005): “Self-discipline outdoes IQ in
predicting academic performance of adolescents”. Psychological Science, 16
(12).
Duckworth,
Angela L. et al. (2011): “Self-regulation strategies improve self-discipline in
adolescents: Benefits of mental contrasting and implementation intentions”.
Educational Psychology, 31.
Moffitt,
Terrie E. et al. (2010): “A gradient of childhood self-control predicts health,
wealth, and public safety”. PNAS, 108.
Casey,
B. J. et al. (2011): “Behavioral and neural correlates of delay of
gratification 40 years later”. PNAS, 108.
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