La atención interior y la atención hacia otros pueden ser
vistas en términos de competencias de inteligencia emocional. Los dos primeros
de los cuatro dominios de la inteligencia emocional (autoconocimiento y autocontrol)
indican una saludable atención interior. Se manifiestan en aquellas personas
que destacan en razón de su autoconocimiento como una confianza realista y una
conciencia de sus puntos fuertes y sus limitaciones. El autocontrol se hace visible
en el control de sus emociones (como, por ejemplo, mantener la calma y la
claridad mental en situaciones de estrés o recuperarse rápidamente después de
una de esas situaciones), en la adaptabilidad y en la capacidad de mantenerse
alejado de las distracciones mientras persigue sus objetivos.
Además, un auto conocimiento bien desarrollado ayuda a las personas
a sintonizar con las sutiles señales internas que representan la manera del
cerebro de permitir a la mente conocer lo que dicta nuestra experiencia vital
con respecto a una decisión sobre la que estamos meditando. Este mecanismo
parece ser la vía por la que sentimos desde el primer instante hacia donde nos
guían nuestros valores. La integridad y el sentido de la ética dependen de esta
introspección: solo después de que la hayamos realizado, podemos expresar en
palabras nuestros valores.
Una fuerte atención hacia otros, en el modelo de la
inteligencia emocional, se refleja en los líderes como una sagaz empatía, sintiendo
como perciben los demás el mundo (y así siendo capaz de expresarse en términos que
ellos comprendan) y resonando con como otros se sienten en un momento
determinado. De esta clara comprensión de los otros dependen competencias como
el trabajo en equipo, la colaboración, la persuasión, la influencia, el manejo
de conflictos y la capacidad de ser un buen instructor.
Estas destrezas personales son más importantes para un
liderazgo efectivo que las capacidades puramente cognitivas como lo bueno que
se pueda ser con los números. Claudio Fernández, consejero sénior en Egon
Zehnder, analizó casos en los que empleados aparentemente ideales para puestos
de responsabilidad acabaron siendo despedidos. Su conclusión fue que se les había
contratado por su inteligencia y su experiencia en el negocio, pero se les despidió
por deficiencias en inteligencia emocional. -Egon Zehnder, december 2013-
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